miércoles, 25 de octubre de 2017

Grandes mujeres libertarias De ayer, De hoy y De siempre...


Mis recuerdos dedico en estas páginas para todas las  mujeres valientes, que todavía están siendo reconocidas por la historia escrita por los hombres, porque  no solo ellos lucharon para la libertad de nuestra Patria, sino que también las mujeres empuñaron espadas y, con sus manos y con sus letras, se atrevieron a llenar espacios entre batalla y batalla.
Así fue como entre todas aquellas damas ignotas, destacó Doña Juana Manuela Gorriti, nacida un 15 de Julio de 1818 en Horcones, Rosario de la Frontera en Salta.
Desde muy joven tomó conciencia del papel que la mujer debía tener en la sociedad  de su tiempo.
Su familia, de amplia influencia en el ámbito político y religioso le mostró una realidad dura, a la par de eminentemente masculina. Las mujeres debían ver y callar, mientras los hombres discutían sobre los destinos de una Patria ensangrentada por las guerras. Juana escribía lo que no podía dejar decir a su corazón y aquellas pasiones revolucionarias y femeninas eran mezcladas entre el vapor del caldo y las rutinas del hogar
Por razones de índole política, con el padre enfrentando por sus ideas unitarias al caudillo Facundo Quiroga,  Juan Manuela partió con toda la familia a Bolivia. Tiempo después allí conocería a su esposo, futuro  presidente de aquel país fronterizo. Isidoro Belzú esperaba de ella, que fuera una damita afecta a  su cocina y enseres domésticos, ingenuo de sí.
El esposo se encontró con una mujer inteligente que no por eso desmerecía su hogar, era un ama de casa impecable,
El hombre no podía comprender como ella hablaba de Homero, Hesíodo, Plutarco, Racine, Chateaubriand, Poeta, Víctor Hugo, filósofos griegos negados a las mujeres por aquella patriarcal manera de vivir y amar.
Isidoro Belzú peleó contra Juana Manuela  la batalla más dura que la misma guerra y perdió. Nunca pudo dominar el genio ansioso de saber y conocer el mundo a través de los libros y los pensamientos clásicos. La relación se quebró poco a poco,  hasta que un día, ella tomó a sus hijas y lo dejó.
En aquel tiempo fue un gran desafío.  Una mujer que, como les cuento se llevó a sus hijas pero también tomó sus adorados libros partiendo hacia Perú. Atravesó muchas penalidades en las que sobrevivió gracias a sus dotes culinarias, siendo reconocida como una gran cocinera y dejando una huella imborrable hasta nuestros días por sus famosas empanadas salteñas.
Tengo noticias por escritores amigos, que su arte no encontró fronteras y hasta en la Cuba actual, las clásicas masas con relleno de carne, son llamada “las salteñas”.
La trascendencia de sus esfuerzos tuvo recompensa en muchos aspectos.
Sin olvidar el espíritu  que habita el cuerpo, Juana decidió darles conocimiento a los desprotegidos y desde su valentía fundó una escuela primaria y en su casa hizo un rincón literario, su generosa hospitalidad la hizo famosa, y de boca en boca llego a ser la mujer más destacada de su tiempo.
Pero, volviendo a nuestro tiempo pienso que, todas las mujeres somos luchadoras natas; ahora que estoy escribiendo sobre una gran mujer de la
libertad descubro que yo, en mi propio hogar, hago lo mismo, cocino, limpio y realizo tareas que quizás  deberían hacerlas un hombre, quizás el esfuerzo físico que requieren. Pero no me siento una mujer débil, utilizo mis fuerzas en correspondencia con mi inteligencia y en eso reside el éxito de llevar a bue puerto la nave de mi hogar.
Teniendo a mis hijos grandes, casados y varias nietas, dejo de lado todas estas tareas domésticas y me instalo en mi computadora un tanto antigua, leo e investigo, porque vivo en una tierra que amo pero en la cual no he nacido, de igual manera siento que he sido adoptada por Salta, tierra de héroes y grandes poetas, de mujeres valerosas de la palabra y amas de casa guerreras. Entre tantas hermanas yo lucho con mis teclas y mis versos, haciendo una tarea que revitaliza mi alma.
Gracias, mi señora Juana Manuela, es usted un modelo a seguir, porque su camino fue una  aventura de muchas batallas
 Para esta escritora que recién se lanza a las letras sin tinta, sin pluma ni papel, la vida cotidiana es una lucha de amor y constancia.
Con el modernismo y la tecnología de mis teclas, no  dejaré de luchar por la libertad de los espíritus femeninos que hicieron y hacen un trabajo de libertad.
Elevar la mirada al cielo y ver el camino transcurrido me hace sentir que aquellas mujeres como Juana Manuela Gorriti siguen vivas en los ojos de la maestra, la  estudiante, la obrera que día a día lucha por su salario.
Empuñar  las armas,  es hoy tomar la palabra y decir el pensamiento.
Ver partir  hijos y  hombres a la escuela y al trabajo nos vuelve heroínas iguales a aquellas mujeres de otros tiempos que desde sus debilidades, elevaron  el grito de libertad que hoy nos toca defender unidos.
¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:
¡Libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!

ALASBLANCAS
Foto sacada de la web

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