domingo, 21 de abril de 2013

UN BOLETO DE REGALO.


 Tras una invitación Guadalupe llegó a Londres donde la esperaría Harry.
Él, un cantante muy popular. Ella una argentina que vivía en un punto del norte, soñadora, leía todo sobre él y lo seguía en cada canción nueva que salía.
Un día se realizó un concurso para conocerlo y la joven, Guadalupe, hizo una carta. Nunca se imaginó que a los meses desde Londres le llagaría buenas noticias. La carta decía:
“Estimada señorita Guadalupe, le comunicamos que se le enviará los pasajes y tendrá pagada una estadía por tres días en el hotel Westbury”.
Ella pegó un grito y su madre no sabía que pasaba, corrió hacia la puerta y le dijo:
-¿Hija que pasa?-
-¡Mami me gane un viaje!, por dios no lo puedo creer muero de amor por ese chico.
La madre, ya no podía hacer nada, solo acompañarla con su corazón.
Llegó el día tan esperado, viajó hacia Buenos Aires y del aeropuerto salió rumbo a Londres. Todo fue tan increíble como si fuese un sueño de hadas, la llevaron, la dejaron en el hotel, la atendieron con toda delicadeza. Ella solo soñaba con ese día.
Por la mañana tomó el desayuno, la llevaron de paseo por el reloj más famoso llamado Big Ben, recorrieron la ciudad y volvió al hotel, donde la esperaban unas personas.
Le comunicaron que le traerían un vestido y la maquillarían, ya que por la noche tendría una cena con Harry.
Así fue que le dejaron un vestido azul fascinante, la maquillaron muy suave, ya con su juventud era suficiente.
Ya estaba lista y súper nerviosa, la llevaron al salón y tomó asiento en la mesa que ya estaba reservada para ella y Harry. Se trataría de una cena romántica con velas, un lugar maravilloso con una luz tenue.
Guadalupe tenía su corazón agitado y alguien por detrás le toca su bella cabellera que llegaba hasta su cintura.
-Largo y lindo cabello, casi azabache- le dijo, y ella murió de amor, se dio vuelta y lo abrazo sin pensar. El reía y con su apenas castellano le dijo:
-Niña eres muy bella-
Charlaron comieron y hasta un beso le robo él junto a una hermosa fuente que dejaba ver las estrellas.
Como todo tiene un final el zapatito no se perdió pero el reloj tocó las doce y él se tenía que ir.
Guadalupe corrió a sus aposentos y lloró porque no sabía si era bueno o malo lo que había vivido, ya que nunca más lo vería, ni besaría sus labios.
Al día siguiente ya sus maletas estaban preparadas un taxi la esperaba para llevarla hacia el aeropuerto, un viaje largo la esperaba. Llegando a Buenos Aires se dirigió al tren que la llevaría hacia su provincia, donde ya los sueños solo vivían en su corazón.
El tren viajaba lento como observando el paisaje, tras la ventanilla su rostro reflejaba el dolor, tanto que comenzaron a rodar lágrimas por sus mejillas.
El sueño llegó a su fin...